Es curioso como a través del tiempo la remera de algodón, o t-shirt, fue tomando diferentes usos dentro de las tipologías de la vestimenta.
La camiseta nació en las trincheras de la Primera Guerra Mundial en el frente francés, y tuvo como protagonistas a los soldados de los Estados Unidos. Hasta ese momento la ropa interior que ellos utilizaban eran los Long Johns, una especie de enterito, que entorpecía mucho los movimientos. Por lo que pronto llamó su atención la ropa interior que vestían los infantes galos, sus compañeros de armas en aquella contienda. La misma constaba de una especie de chaleco de algodón en la parte de arriba y unos pantalones cortos para la parte de abajo: dos piezas, lo que facilitaba mucho más el movimiento. Ante este descubrimiento, los estadounidenses cortaron sus prendas y los transformaron en dos piezas. La de arriba, que utilizaban para cubrir su torso, tenia forma de “T”, y puede considerarse como el origen de la actual T-shirt. Al terminar la guerra, los soldados regresaron a su país con la novedad y rápidamente se convirtió en la nueva prenda interior masculina de América.
En los años 40 Coco Chanel fue la responsable de que esta prenda pasara de ser interior, a convertirse en la prenda externa más utilizada hasta nuestros días. Su diseño con mangas más largas -francesas-, y sus características rayas marineras, inició una metamorfosis que derivaría, según ella, en “la mejor presentación erótica de uno mismo”. Luego, el poder del cine, con actores como Marlon Brando, terminó de concretar la transición de la prenda, mostrando remeras blancas de algodón como ropa exterior. Fue en la interpretación de Brando como Stanley Kowalski en “Un tranvía llamado deseo” (Elia Kazan, 1951), la que convirtió esta moda en un hecho. Algo parecido sucedió con James Dean, otro ícono juvenil que aparecía en “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955) con un modelo similar.
Luego, en los años 60, en el ámbito del rock y de la mano de sus principales protagonistas, como el cantante Jim Morrison y Mick Jagger, se impuso entre los jóvenes como un elemento cool que rompía con los atuendos apolillados de generaciones anteriores. En esta época, además, se fueron desarrollando diversas técnicas de estampado, logrando diversos tipos de pigmentos.
Durante esta década, el movimiento Hippie se destacaba por su descontento en cuanto a realidades políticas, económicas y sociales. En dicha subcultura predominaban los jóvenes, quienes defendían la libertad y estaban rotundamente en contra de la violencia. Ellos pensaban que como “hombres y mujeres nuevos” podían lograr un mundo mejor, sin guerras. Creían que como estudiantes universitarios sólo debían relacionarse con los trabajadores, creando junto a ellos los pilares de un mundo nuevo, en el que no existieran ni ricos ni pobres, sólo personas relacionadas por la libertad y el amor.
Su indumentaria se basaba en pantalones “pata de elefante”, grandes sweaters de lana, sandalias de cuero y fulares de colores fuertes como amarillo, rojo y lila. Remeras de algodón con estampados que reflejaban sus mensajes, como signos de la paz, frases de amor y vida, así como técnicas de teñido de las telas que le daban un efecto batik muy característico en este movimiento.
Era una época de cambios, de revoluciones, y por lo tanto las remeras se usaron también como pancartas para protestar: por la causa feminista, por la igualdad de derechos de los afroamericanos, a favor de las revueltas de Mayo del 68 en París. En esos años nació la remera estampada con la cara del Che Guevara, un ícono que al día de hoy se sigue vendiendo, y usando, como símbolo de libertad.
Coincidiendo con esto, Miguel Ángel Pascual, director del Centro Superior de Diseño de Moda de la Universidad Politécnica de Madrid, afirma: «La camiseta es tan versátil en cuanto a formas y usos que ha dejado de ser una prenda de ropa para convertirse en un símbolo social. Es un exponente de libertad, en un doble sentido: permite libertad de movimientos, porque es una forma muy cómoda de cubrir el cuerpo; y libertad de ideas».
En los años 70, se apropiaron de ellas grupos punk como Sex Pistols y The Ramones, que las convirtieron en uniforme oficial de tribus urbanas de todo el mundo.
Durante todos esos años, han sido los diseñadores más prestigiosos quienes han metamorfoseado hasta el infinito su formato: en 1962, Christian Dior la introdujo por primera vez en su colección de Alta Costura. André Courrèges e Yves Saint Laurent, en los años 70, las lanzaron en las pasarelas con los logotipos de sus firmas para captar la atención de las mujeres, que habían empezado a usarla como prenda exterior en los 50. A finales de los años 80, Adolfo Domínguez le dio otra vuelta de tuerca al combinarla con americana para liberar a los hombres del incómodo trinomio traje-camisa-corbata. Su mejor creación se llamó Sonny Crockett, inspirado en el personaje que interpretó Don Johnson para la serie “Miami Vice”. Jean Paul Gautier la reinventó en los 90 gracias a sus diseños marineros. Giorgio Armani la utiliza como trapito fetiche en todos sus desfiles, hasta el punto de que él mismo no viste otra cosa que no sean camisetas blancas o negras. A mediados también de esta década, el español Custo Dalmau introdujo el concepto de la personalización gracias a su estilo rompedor y colorido. Sus camisetas conquistaron el mercado americano cuando los estilistas de series de televisión como “Friends” y “Sex & the city” empezaron a vestir a sus actores con modelos Custo.
Actualmente es interesante analizar el uso de las remeras entre los jóvenes, y cómo se expresan por intermedio de ellas. Para estudiar este fenómeno nos basaremos en un artículo de Ricard Morant Marco, realizado en la Universidad de Valencia. En el mismo se explica que la camiseta es la prenda más utilizada por la juventud debido a que es un soporte de comunicación sencillo, queda bien con todo y son económicas.
Es por ello que la autor realiza una descripción de los rasgos, usos y funciones de estas piezas de algodón que no sólo hablan de quien las lleva, sino que son un reflejo de lo que piensa una generación.
En cuanto a esta función comunicadora, el autor las divide en diferentes tipos: publicitarias, conmemorativas, comerciales, reivindicadoras, seductoras, filosóficas y solidarias.
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Las publicitarias son aquellas que llevan el logo de una empresa, lo cual hace que quien la lleve se transforme automáticamente en una publicidad viviente.
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Las comerciales son aquellas que llevan el isologotipo de alguna marca multinacional, como Nike, Adidas, etc. De este modo el logo en sí mismo se convierte en mensaje.
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Las reivindicadoras son aquellas que expresan un mensaje de protesta o apoyo a una causa social. Dentro de las mismas se pueden dividir entre las que persiguen causas mundiales como el medio ambiente, o las que persiguen causas locales.
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Las conmemorativas son aquellas que se transforman en el uniforme de fiestas o festivales, como ser la fiesta de la primavera o un festival de música. Las mismas llevan la inscripción de la fiesta o mensajes.
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Las seductoras se refieren a las que llevan mensajes como “De cada 10 mujeres, 9 me recomiendan”.
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Las filosóficas poseen mensajes que apuntan a expresar formas de entender la vida por medio de mensajes inspiradores.
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Las solidarias son aquellas que tiene el propósito de generar o ayudar a una causa social, como recaudar fondos para una causa justa.
El autor, destaca que además de los mensajes en sí que pueden tener las remeras, es importante poner atención sobre la tipografía, el color y la forma en que se encuentran escritas.
Ver más en: www.injuve.es/sites/deafult/file/RJ93-08.PDF
Fuente: http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2006/356/1153235199.html